Vencía el tiempo sobre los recuerdos imborrables de la sospecha de tu sombra. Respuestas inválidas del tiempo a los coletazos de un espíritu que muere poco a poco, pero que lucha por estar más vivo que nunca, anclado eternamente a la contradicción innata que riega la hierba recién salida entre las dunas del desierto. Unos brazos rotos que albergan el cariño más profundo de una negación, y tan lejos, el mundo sumergido y ahogado donde la rutina tiene voz propia y habita paralelamente a la vergüenza que nos devora.
Trenes que pasan, que no llegan o se detienen en estaciones que desconozco, y son los mismos que dibujan la trayectoria discontinua de una linea infinita que busca incansablemente el lugar del que partió, el origen de todo aquello.
lunes, 14 de febrero de 2011
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