domingo, 2 de febrero de 2014

A veces quise decir siempre

Sólo a veces, puede tener el frío la culpa de querer buscarte, calor, entre sus brazos.
A veces imagino que respirar es más fácil porque el aire va cargado con todo lo que mueve su cuerpo.
Y a veces acude mi instinto, sin yo decirle nada.
A veces puedo decírselo a sus ojos.
Por si no lo sabías...

Hablo con tus ojos.
Me responden tus ojos.

A veces me sorprende que olvidar un día asqueroso sea tan fácil con una sonrisa.
Con una mirada.

A veces tú ser y estar
y veces yo pensar y soñar.
A veces sentir, a veces oler.
A veces... Y tantas veces...

A veces soy infinitivo y me conjugo contigo.
Tantas veces sueño, que me conjugo contigo.
Pasados.
Presentes.
Futuros contigo.

Desear contigo, vivir contigo, dormir contigo.
Hacer y deshacer planes contigo.
Comprar contigo, comer contigo, pasear contigo, viajar contigo...
Querer contigo.


martes, 10 de diciembre de 2013

A las 5:30

A las 5:30, de repente soy consciente del tiempo. Agarro y protejo cada uno de los segundos y momentos en los que tu compañía me regalaba una sonrisa. Sonrisas que anudo para construir una alfombra dorada con nuestros sueños. La misma que despliego para unir esos vacíos que siembra el camino, borrando los silencios muertos de las horas que nos separan.
Cinco horas y media es el tiempo que me falta.
Reconstruye mi ignorancia los versos de una historia incierta que conmueve mis ganas, que coge con pinzas mi razón.
A cinco horas y media, cuando abro los ojos e intuyo tu olor desde lejos.
He perdido muchas más horas sin ti.
Un punto en el infinito.

miércoles, 6 de marzo de 2013

Algunas notas de ayer


Desde aquí siempre he contemplado aquel lugar. Había tanto azul sobre mi cabeza… Y me llamaba mucho la atención el singular dibujo en el que acababa ese cielo. Una extraña silueta formada por montañas insinuantes. Y volaba mi imaginación hasta aquel lugar. Siempre soñé traspasar aquellas montañas, escalarlas hasta lo más alto y descubrir qué había de más, al otro lado de ellas. Soñaba y soñaba hasta que empañaba el cristal y mi frente y mis manos imprimían una inocente huella que manchaba la ventana que mi madre limpiaba con tanto empeño. Y es que el tiempo iba pasando, y aquel vaho se iba volviendo inerte. Mi madre, harta de que siempre volviera a ensuciarlo, limpiaba con menos frecuencia, y aquellas marcas que reflejaban mi aliento, mis ideas y mis manos, ya formaban parte de aquel vidrio, al igual, que éste formaba parte de mí. Y como digo, allí me pasaba horas muertas. Observando, pensando, viajando por mi mundo de ilusión. Mi momento de intimidad. La ventana era mi única confidente leal.
Dentro, las cosas eran diferentes. Siempre escuchaba a mis padres gritar y discutir. Sí, gritaban y discutían. Mañana, tarde y noche. Y yo hallaba mi tranquilidad allí sentada, construyendo mi propia realidad, ajena a todo aquello.
Me imaginaba cómo sería mi vida… Una casa grande, uno o dos animales en casa, un trabajo maravilloso y, por supuesto, muy feliz. Y, aunque soñaba también con cosas materiales, no me preocupaba el dinero, de hecho, no entendía muy bien cómo los ricos no se aburrían de tener tanto dinero. Yo sólo quería ser feliz, tener una casa grande al otro lado de aquellas montañas y nunca, nunca jamás, dejaría que mis horas pasaran entre gritos y peleas.
Y con el tiempo crecí y fui dejando eso atrás. Descubrí que cuanto más grande se hace alguien, más pequeños se vuelven aquellos sueños que parecían fácilmente alcanzables. El viento se lleva aquella ilusión que te hacía sonreír y entonces olvidas esa promesa que te hiciste en algún momento, a ti mismo, de ser feliz para siempre. Comienzas a preocuparte por el dinero. Necesitas trabajar, porque necesitas tener dinero. Y, si en algún momento, deseaste tener una casa, ahora necesitas la casa y la necesitas porque te lo dicen los demás. Pero, antes de todo eso, necesitas elegir. Así que hasta los 20, nos pasamos los años eligiendo. Y después de los 20, también. Hay que elegir un camino, una vida, un estilo, un futuro… pero… no puedes elegir lo que realmente quieras... Porque nadie te pregunta ¿qué es lo que quieres? Sino que, simplemente, te exigen que elijas y que lo hagas entre ciertas opciones que alguien, no se sabe quién, ya ha seleccionado para ti. Así que la elección es obligatoria porque te lo exigen.
Entonces, aterrizas de ese vuelo fantástico, que te trae desde la infancia a tu presente, y lo haces bruscamente. Te olvidas de esa inocencia, abandonas esa capacidad de abstracción y tu cabeza se vuelve hueca. Sólo piensas en lo que oyes y en lo que ves y no te paras a pensar si esas elecciones las has hecho por iniciativa propia o por coacción… Pero, entonces, llega un día en el que, de repente, recuperas la conciencia. Hasta ese momento, ni si quiera era tu imagen la que se reflejaba en el espejo, porque simplemente, no estás...
Y en ese instante en el que vuelves a pensar, te sientas de nuevo en aquella ventana, con la cual, ya has perdido la confianza que habías logrado tener, y te preguntas… ¿Es esto lo que yo realmente quiero? Y la respuesta la hayas mirando de nuevo tras ese cristal…

lunes, 7 de enero de 2013

Conversaciones con el café...

"Incluso cuando tienes las ideas claras, pasas por momentos de flaqueza en los que alguien puede colarse y causar estragos en tu mente. Te ciegas, te aturdes. No actúas con claridad, y lo sabes. Lo peor es que lo sabes y no puedes hacer nada. Te quedas en estado de shock permanente durante días, semanas e, incluso, meses. Y tan sólo eres capaz de castigarte mediante insultos. Te levantas por las mañanas pensando en lo imbécil que eres, deseando que el tiempo pase, que todo acabe, necesitas recuperar tu control. Volver a ser tú mismo..."

¿Volver a ser uno mismo? ¡Qué chorrada!
Y sí. Parece una chorrada. Pero llevas bastante tiempo sin dejar de hacer el inútil... Y todo eso te pasa, hasta que un día, de repente, vuelves a pensar...

Y piensas.

miércoles, 12 de diciembre de 2012

Es corrupto el silencio...


De responder a la ilegalidad del tiempo mirando hacia la contraposición de la evidencia. De por qué te he escrito, a pesar de saber la respuesta, es, simplemente, porque me apetecía hacerlo. Tan simple, como querer seguir engañándome, intentando rascar, buscar, escavar en las cenizas de un campo de flores que marchitaron, que se esfumaron, o posiblemente, quizás nos las fumamos... No te escucho, no te siento, ya no trazo el camino de tus besos, he perdido la trayectoria de tu mirada y me encuentro perdida en la antesala de la incertidumbre o en la de no querer saber más... Ya ni si quiera noto el roce de tu piel, no hablo de ti mientras duermo. Ahora solo callo y trago. Trago mis sentimientos y espero, como tú, quizás, a que la canción acabe de sonar con el tiempo. Es corrupto el silencio. Ya ha acabo el sueño, quítate la venda.

martes, 17 de abril de 2012

Luz entre tinieblas...


Buscaba en el horizonte el acierto entre lo concreto y lo eterno, y no veía si no, vagas respuestas a los interrogantes abiertos, que tropezaban con la verdad, que perdían el aliento.
E insistía el azul. Luchaba por estar entre tanta textura gris y mojada. Luchaba desde lo incierto, ocupando posiciones tan desconocidas, como certeras.
Es importante conocer el verbo y el nombre en la desdicha, es lo único cierto. Desde la dispersión del estallido de los sentidos, encontrar el orden de las cosas, es la mejor de todas las conquistas. Lo único que nos hace no dar la batalla por perdida.
Y de lamentos a parte, las penas, van quedando lejos; aunque, las lágrimas, sigan mojando por dentro.

martes, 13 de marzo de 2012

Ruleta Rusa

Escúpeme palabras sin sentido, grítame, cállame, vuélveme loca, sácame de aquí. Arrástrame, sedúceme, tiéntame. Pero solo un poco, que yo acudo. Vuela conmigo, no dejes de hablarme. Cántame canciones que no existan, cuéntame historias que sólo tú sepas, sorpréndeme otra vez. Insúltame, llámame tonta. Pégame, maltrátame, tírame al suelo y písame...
Pídeme perdón, y empecemos el juego desde cero...